La ves que la conocí...
Sentados al sol,
expresa sus ideas,
con un audífono en su oreja,
medio acostada y medio perpleja.
Yo, por otro lado,
miraba sus pantalones a cuadros,
sus brazos medio largos,
su cabello recogido y los mechones de colores,
los collares que colgaban de su cuello,
el movimiento de sus labios en cada palabra,
a su inquieta hermana,
que idolatra a Peter Pan,
a su amable madre,
una poeta con afán...
Me regaló un helado,
un cigarrillo,
una vitela usada rara ves,
y su teléfono, lo anoté después...
Luego de mostrarle algunos poemas,
pude escucharla practicar el piano,
muestras de unas cuantas notas,
notas que ha olvidado...
Tomé mi mochila y zapatos,
ofreció acompañarme al ascensor,
al llegar al piso de abajo,
me miró y se despidió;
y cada uno de los dos,
por diferentes lugares se marchó...
Para: Daniela Álvarez.
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